Se fue el ángel de color
| Juan Antonio Carreras (Carris) | Lunes, 13 de febrero de 2012 | 0
Muere Whitney Houston, esa mujer que cantaba como nadie que nos amaría por siempre. Y la pregunta ahora es: ¿quién nos amará en adelante?
Cuando poco a poco van cayendo las melancolías, cuando el fantasma del éxito mal llevado por nuestro ídolos pasados nos come las entrañas, cuando caemos en la cuenta de que nos faltan días de felicidad al son de canciones irrepetibles, cuando la existencia ofrece un lado que no queremos ver y perdemos, cuando esto ocurre, advertimos que nos quedamos sin las voces que deberían guiarnos con esa eterna compañía que tanto anhelamos.
Esa voz (“the voice”), la de Whitney, que nos miraba con intensidad (recordemos el “I Look to You”), ya no mira como antes, ya no mira, ya no está, ya no es, ya no nos ofrece susurros que mitiguen dolores y soledades. No puede ser. No parece ser.
Las últimas décadas se han quedado secas de llorar por esas poesías en forma de canciones en inglés que entendemos a medias, pero que, precisamente por eso, nos invitan a sueños más viajeros, pues con ellas contemplamos y admiramos mucho más de lo que nos ofertan. Sin la voz del corazón, sin esa voz, comienza el desierto.
A veces, se rompe uno, y se marca distancias con la vida, extrañando cuanto es en un universo de contactos superficiales y profundos con tanta abundancia que nos engañamos un poco, porque vislumbramos todo en el mismo plano, cuando no es así.
Ahora nos quedamos un poco huérfanos con la muerte de Whitney. Se esfuma una parte de mi juventud, incluso de mi tardía juventud o incipiente madurez. Hay momentos felices que se recuerdan, pero que quedan en una soledad que invade y gana una extraña partida que no quisimos jugar y que ya consideramos perdida.
Supongo que mañana volveremos al optimismo, o pasado mañana. En unos días, cuando menos, todo volverá a cuanto fue. Seguiremos nuestro ritmo, sí, pero con un jirón que nos podrá, que nos generará una cicatriz que ya no formulará los resultados de otras etapas. La vida, por desgracia, es de esta guisa. Se nos ha ido otro ángel, un bendito ángel de color, que, como todas las almas complejas, sufren en exceso en la despedida.
Juan TOMÁS FRUTOS